30 de abril de 2013

Cuando me amé de verdad



Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre…autoestima.

Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.

Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama…madurez.

Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.

Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.

Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.

Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.

Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.

Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!

No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.

Charles Chaplin

21 de abril de 2013

Una sonrisa que te haga feliz


Dicen, los que saben, que primero es la sonrisa y después la sensación de alegría o felicidad. Dicen, los que estudian cómo el cerebro procesa la información, que la risa produce una sensación de bienestar generalizado en el cuerpo. Dicen, los científicos, que existen unas neuronas espejo que hacen que la risa sea contagiosa, mucho más que las emociones negativas como la tristeza o el enojo. Dicen que la risa es salud y de hecho existe la risoterapia. Dicen.

Yo, a todo esto digo, que no sé si primero lo aprendí de los que dicen o por mí misma, pero sé que la risa me salva. Decía mi madre, recuerdo, que yo era un cascabel, siempre riendo, de oreja a oreja, a todo momento, salvo que me alunara. Puedo decir entonces, siguiendo a los que dicen y saben, que siempre fui una persona alegre (primero la risa después la alegría). Y eso me ha beneficiado en millones de circunstancias. Con una sonrisa consigo lo imposible y lo posible de una mejor manera. Con una sonrisa muchas veces logré que no me reten cuando me había mandado una macana, con una sonrisa logré que otro se riera aunque no tuviera ganas (por eso que dicen los que saben que la risa es contagiosa), con una sonrisa estoy segura que puedo lograr lo que quiera o mucho más de lo que lograría si no sonriera. Pero sobre todo con una sonrisa, dicen los que saben, soy feliz.

Alguien una vez me dijo que, como alguna vez cantó Louis Armstrong, cuando yo sonrío el mundo entero sonríe conmigo y cuando yo me río el sol brilla. No sé si será cierto, pero por las dudas yo no dejo de sonreír.

Y si después de haber leído sobre risas y sonrisas todavía no estás sonriendo, te dejo una imagen (porque la risa es contagiosa) que seguro hoy te va a hacer sonreír.