Dicen, los que saben, que primero es la sonrisa y después la sensación de alegría o felicidad.
Dicen, los que estudian cómo el cerebro procesa la información, que la risa
produce una sensación de bienestar generalizado en el cuerpo. Dicen, los científicos,
que existen unas neuronas espejo que hacen que la risa sea contagiosa, mucho
más que las emociones negativas como la tristeza o el enojo. Dicen que la risa
es salud y de hecho existe la risoterapia. Dicen.
Yo, a todo esto
digo, que no sé si primero lo aprendí de los que dicen o por mí misma, pero sé
que la risa me salva. Decía mi madre, recuerdo, que yo era un cascabel, siempre
riendo, de oreja a oreja, a todo momento, salvo que me alunara. Puedo decir
entonces, siguiendo a los que dicen y saben, que siempre fui una persona alegre
(primero la risa después la alegría). Y eso me ha beneficiado en millones de
circunstancias. Con una sonrisa consigo lo imposible y lo posible de una mejor
manera. Con una sonrisa muchas veces logré que no me reten cuando me había
mandado una macana, con una sonrisa logré que otro se riera aunque no tuviera
ganas (por eso que dicen los que saben que la risa es contagiosa), con una
sonrisa estoy segura que puedo lograr lo que quiera o mucho más de lo que
lograría si no sonriera. Pero sobre todo con una sonrisa, dicen los que saben,
soy feliz.
Alguien una vez me
dijo que, como alguna vez cantó Louis Armstrong, cuando yo sonrío el mundo
entero sonríe conmigo y cuando yo me río el sol brilla. No sé si será cierto,
pero por las dudas yo no dejo de sonreír.
Y si después de
haber leído sobre risas y sonrisas todavía no estás sonriendo, te dejo una
imagen (porque la risa es contagiosa) que seguro hoy te va a hacer sonreír.
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