22 de febrero de 2013

Vacaciones


                                                    ...como un borracho necesita un bar
     como un preso libertad te necesito
                                                         como un mendigo un poco de pan 
                                                         como un ciego imaginar te necesito...

                                                        ...hay si supieras las horas
                                                              que buenas horas
                                                           las horas que vi pasar...

21 de febrero de 2013

Soy obsesiva, creo


A la chica que viaja sentada adelante mío se le ve la etiqueta de la remera. Le asoma por el cuello.  Me mira, me saluda y hasta me saca la lengua. Sabe que no puedo hacer nada. Miro por la ventanilla pero no puedo sacarla de mi mente. Encima es roja y me llama la atención por el rabillo del ojo. Pienso en otra cosa: sólo se me ocurren historias de etiquetas. Para colmo está enroscada (a mi también me enrosca) y no sirve para cumplir su propósito…no puedo leer la marca. Me sigue mirando, me vuelve a saludar y otra vez me saca la lengua. Sabe que no puedo hacer nada. El alivio llega cuando al fin me bajo del colectivo. Aunque por unos minutos no puedo dejar de pensar que, aunque no la vea, la etiqueta sigue dada vuelta (como el sol que siempre está).

Llego a la oficina. Hay un cuadro torcido. Mi compañera me habla pero yo no puedo dejar de mirarlo. La interrumpo: “no puedo escucharte mientras ese cuadro este torcido”. Lo acomodo. Ahora sí el mundo está en orden.

16 de febrero de 2013

La gente que me gusta

de Mario Benedetti

Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad. Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien se permite huir de los consejos sensatos dejando las soluciones en manos de nuestro padre Dios.

Me gusta la gente que es justa con su gente y consigo misma, la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen ánimo dando lo mejor de sí, agradecido de estar vivo, de poder regalar sonrisas, de ofrecer sus manos y ayudar generosamente sin esperar nada a cambio.

Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme. La gente que tiene tacto.

Me gusta la gente que posee sentido de la justicia.

A estos los llamo mis amigos.

Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría y la predica. La gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor. La gente que nunca deja de ser aniñada.

Me gusta la gente que con su energía, contagia.

Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera.

Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.

Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.

La gente que lucha contra adversidades.

Me gusta la gente que busca soluciones.

Me gusta la gente que piensa y medita internamente. La gente que valora a sus semejantes no por un estereotipo social ni cómo lucen. La gente que no juzga ni deja que otros juzguen.

Me gusta la gente que tiene personalidad.

Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano, es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón.

La sensibilidad, el coraje, la solidaridad, la bondad, el respeto, la tranquilidad, los valores, la alegría, la humildad, la fe, la felicidad, el tacto, la confianza, la esperanza, el agradecimiento, la sabiduría, los sueños, el arrepentimiento y el amor para los demás y propio son cosas fundamentales para llamarse GENTE.

Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mí, me doy por bien retribuido.

15 de febrero de 2013

Cinco años...


Si como ya dijeron Gardel y Le Pera veinte años no son nada, mucho menos lo son cinco. Pero en un lustro muchas cosas pasaron. Una niña que tenía apenas dos años ahora sabe leer y escribir. Ya no es más hija única, tiene dos hermanos con los que pelear, compartir, jugar y hacer travesuras. Un hombre ya no es más soltero, está casado y hasta tiene una hija. Una señorita se convirtió en mujer, abandonó la casa de sus padres para formar una familia. Además estudió y se recibió. Un abuelo se volvió más abuelo y ya apenas puede caminar y escuchar. Pero pasaron cinco años, 1826 días, y hubo algo que permaneció igual. Ninguno dejó de extrañar a la mujer que los dejó un día, que nunca supo que la niña aprendió a leer y escribir y que ya no es más hija única; ni que el hombre ahora está casado y tiene una hija. Tampoco supo que la señorita se convirtió en mujer, formó una familia y se recibió. Mucho menos se enteró de que el abuelo se volvió más abuelo. Pero todos ellos si supieron que sus vidas ya no serían las mismas desde el momento que ella los abandonó, tendrían que aprender a convivir con el dolor de extrañarla todos los días.